junio 15, 2007

Como tratar a la gente, reglas para agradar II (Demuestra aprecio sincero)

“Sólo hay un medio para conseguir que alguien haga algo. ¿Se ha detenido usted alguna vez a meditar en esto? Sí, un solo medio. Y es el de hacer que el prójimo quiera hacerlo. Recuerde que no hay otro medio.

Recuerde que no hay otro medio.

Es claro que usted puede hacer que un hombre quiera entregarle su reloj, poniéndole un revólver en el pecho. Puede hacer también que un empleado le preste su cooperación -hasta que usted vuelva la espalda- si amenaza con despedirlo. Puede hacer que un niño haga lo que usted quiere si empuña un látigo o lo amenaza. Pero estos métodos tan crudos tienen repercusiones muy poco deseables. La única manera de conseguir que usted haga algo es darle lo que usted quiere.

¿Qué es lo que quiere?”

Carnegie dice que hay una necesidad muy grande en cada uno de nosotros de ser apreciado, de sentirnos grandes, de sentirnos importantes y yo creo que es cierto, por una parte quizás eso ha llevado a algunas personas a destacar y posiblemente a la humanidad a desarrollarse. “Este deseo hace que todos pretendamos vestir de acuerdo con la última moda, conducir el automóvil más reciente y hablar de nuestros hijos tan inteligentes” pero por otra, también evidencia los problemas de autoestima en que vive la sociedad moderna los problemas que de ello derivan son mucho mayores que las de dos o tres generaciones atrás, para muestra un botón, ¿Cuando se hubiera pensado hace 50 años que adolescentes se dejarían morir privándose del alimento para verse esbeltas y hermosas? La bulimia y la anorexia son síntomas de este problema. Y si yo no me quiero lo suficiente con seguridad buscaré ese amor y esa aprobación de los demás.

“Si algunas personas tienen tanta sed de importancia que llegan a la demencia, imaginemos los milagros que usted o yo podremos lograr si damos al prójimo una honrada apreciación de su importancia”, de esto se desprende la siguiente regla:

1. Demuestre aprecio honrado y sincero. “La diferencia entre la apreciación y la adulación es muy sencilla. Una es sincera y la otra no. Una procede del corazón; la otra sale de la boca. Una es altruista; la otra egoísta. Una despierta la admiración universal; la otra es universalmente condenada.”

“Si lo que debiéramos hacer fuera sólo emplear la adulación, el mundo entero aprendería a hacerlo en seguida y todos seríamos peritos en relaciones humanas. Cuando no estamos dedicados a pensar acerca de algún problema específico, solemos pasar el 95 por ciento de nuestro tiempo pensando en nosotros mismos. Pero si dejamos de pensar en nosotros mismos por un rato y comenzamos a pensar en las buenas cualidades del prójimo, no tendremos que recurrir a la adulación, tan barata y tan falsa que se la conoce apenas sale de los labios. Una de las virtudes más descuidadas de nuestra existencia cotidiana es la apreciación. De un modo u otro, descuidamos elogiar a nuestro hijo o hija cuando trae una buena nota de la escuela, y rara vez alentamos a nuestros hijos cuando logran hornear una torta o construir una casita para pájaros. Nada les agrada más a los niños que esta especie de interés y aprobación de sus padres.”

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